Cuando el día acaba de dar las últimas bocanadas, empieza la noche del óbito. Con la fuerza de la maldad, la enfermedad y la desesperanza.
Triste pesar, que la vida pueda terminar, sin poder evitarlo.
Cuando el árbol pierde la hoja, lo aceptamos como causa estacional.
Cuando el mar rompe las olas, lo aceptamos como algo natural.
Cuando Dios rapta la vida, se termina por expirar.
Yo no quiero alarmar, pero todo está en la Ley de la vida.
Yo no quiero cavilar, que un día a mi ya me llegará.
Yo no quiero pensar, que he de partir al sueño de la eternidad.
El día que muera, no quiero que me incineren, quiero reposar en tumba y estar con mi gente.
Quiero recibir flores y que me recéis. Desde la otra vida, os protegeré y os ayudaré a seguir vuestro camino. Deseo que sigáis estando muy unidos.
Os cogeré de la mano en vuestro pensamiento, os daré fuerza en el sufrimiento. Tener presente que la vida es lucha. Mientras me recordéis, no estaré muerto.