Poemas agridulces IV

Qué triste es no entender,
lo que uno no quiere ver
y anteponer un pensamiento,
que siendo equivocado, se ve claro.

Quiero vivir mi realidad
y que nadie me pueda engañar.
Nada puedo resistir que venga del mal,
mi fragilidad es tal, que me pueden dañar.

Con dos sonajeros en las manos,
voy produciendo mucho ruido,
ahuyentando así los malos espíritus.

Nada quiero que se pueda malograr.
Salgo de la oscuridad, porque me puede blanquear.
Tendré paciencia con el mal, que pronto acabará.

 

 

 

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