Poemas agridulces III No tengo hambre, porque me saciaste, de bien amar. Ahora con la luna llena encima de mi cabeza, te veo con claridad y te quiero adorar. Te miro como un cuadro y lo veo al revés. Los colores bailan sin descanso y al final, se comportan como rebeldes. ¿Cómo tú aquí?, si no te puedes defender. Tan inconsciente eres, que te arriesgas a la vida perder. Santos humos los que tienes que vender, porque cuando el mal acecha, por miedo, tienes que echar a correr. Compártelo:TwitterFacebookMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado